Viajes por el África occidental by Mary Kingsley

Viajes por el África occidental by Mary Kingsley

autor:Mary Kingsley [Kingsley, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1897-10-12T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 8

REMBWÉ ABAJO HASTA GABÓN

En Agonjo estaba bien, descansando, estupendamente atendida por mis anfitriones, así que tampoco tenía prisa por seguir rumbo. Mr. Glass, sin embargo, no se tomaba las cosas tan filosóficamente, y me urgía a marchar cuanto antes. Claro, él era un hombre de negocios y yo le suponía dinero. ¿Cómo? Bueno, atendiéndome bien, ayudándome en todo, facilitándome las cosas, mis viajes, mis investigaciones, los blancos de la compañía lo tendrían en mayor estima y valorarían aún más sus esfuerzos, es comprensible… O sea, yo era para él, en definitiva, dinero. O un producto con el que comerciar ventajosamente. Pero era, en cualquier caso, un buen tipo, sólo miraba por su negocio y por el bienestar de su casa. Además me hacía buenos descuentos en las cosas que compraba en su tienda para el viaje.

Se lamentaba, sin embargo, porque la compañía no nos había facilitado, no una canoa, sino un barco al menos pequeño con su correspondiente tripulación. Yo le decía que con una buena canoa bastaba, pero él movía la cabeza negativamente, con gesto contrito. Pocos días antes de la partida, encima, se puso enfermo el pobre, con fiebre, y en medio de todo era cómico verlo en aquel ambiente tan caluroso luciendo una bata y tapado hasta la cabeza, sudoroso y exhausto, como si estuviera en algún lugar húmedo y frío de Francia.

Por aquellos días apareció una figura absolutamente dramática. Sí, era como un actor de carácter acostumbrado siempre a interpretar los papeles más sombríos en las obras más truculentas. Se llamaba en realidad Obanjo, aunque le gustaba que le dijeran capitán Johnson, y lo vi por primera vez en el porche de la casa de Mr. Glass, ayudando al enfermo a que se abrigara bien, no fuera a coger frío, el pobre… Se dedicaba al comercio de cosas obtenidas en la selva y en los ríos… Digamos que se había instalado por sí mismo como tratante y que no le iba mal… Pero me causaba un poco de risa, no exenta de turbación… Cada uno de sus gestos y movimientos era de un tétrico pasmoso. Algo que emanaba de él lo llenaba todo de cierta angustia, como si fuera una flor venenosa desde su sombrero a las punteras de sus botas. No había que ser un genio para darse cuenta de que aquel hombre estaba acostumbrado a lo más duro, incluso a lo más siniestro, que se las había tenido que ver muchas veces en situaciones difíciles de manejar, de las que solía salir victorioso, sin embargo. Bueno, iba a conocer a un tipo diferente, a un sujeto con el que acaso me fuera dado contemplar otro aspecto del África occidental… El capitán Johnson y yo, pues, en el río. La verdad es que me saludó como si fuera yo un hombre, como si fuera un camarada, como si fuera un tipo en el que se puede confiar cuando vas por las selvas más temibles o cuando atraviesas un río entre cocodrilos hambrientos. No era



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